La reconstrucción de lo urbano.

El ídolo. El villano. La apoteosis. El arte. La miseria. Un disco. Futuro y pasado. Catarsis de vida y obra. C Tangana. Instante. Palabras. Versos. Ritmo. Ya. América. Urbano. Querido. Odiado. Entendido. Gitano.

Cuando el ídolo aparece la vida cae. Todas las cosas fijadas en nuestro cielo empiezan a morir poco a poco. El Sputnic fue aquel preciso y precioso suceso en el que un cohete rompió el cielo –ahí todo empezó a cambiar–. La palabra ídolo tuvo sentido, el mismo sentido circense del pasado pero con la posibilidad de no tener fin. 
Y esto es muy sencillo, las redes, el mundo que nos rodea se basa en el villano, en la imagen del villano como ídolo –mi opinión sincera es que en nosotros primero está el villano y luego el ídolo, es más común encontrar lo contrario que lo mismo–. Es aquí donde las ideas superan a la carátula, donde los conceptos afloran y la arquitectura de la música con un motor detrás adelanta a las baladas comerciales. 
No quiero entrar en letras o música o ritmo o drogas no. Yo hablo de la apoteosis que un arte superviviente crea. Pues son. Sí, todo lo demás está en cada parte de un disco: las letras y su melodía son importantes pero yo te hablo de otra cosa, yo te hablo de lo que hay detrás. 
Las miserias son esenciales, la lucha por lo que crees es lo que ensalza todo lo que te he contado –pues el bagaje vital en un excepcional artista es mucho más importante para el concepto que para el resultado, creo–. 
Un disco, sólo eso, un disco que es muchas cosas, que demuestra el futuro y el pasado, que el océano desaparece porque sólo importa una cosa; esa cosa es que el concepto se convierta en catarsis de vida y obra. 
C Tangana habla de educación, sin un machismo conceptual llega y nos propone que nos fijemos en el instante anterior al éxito. Ese instante está hecho de palabras –entendiendo la palabra como medio emocional máximo del artista de las mismas–. 
Y es aquí donde discrepo. No estoy en los versos que escucho pero sí en lo que hay detrás, en el ritmo del cambio y eso ocurre ya, ocurre sin esperas y tiene una herencia tremenda de algo que se disfruta en el panorama urbano de Las Américas.
Y es la palabra que busco: urbano. Sí, no lo urbano anterior, no en lo cosmopolita sino en lo transgresor de una cárcel de edificios –nos fijaremos en los personajes subversivos, en los marginados y en los poetas presos de la genialidad–. Encuentro en este lugar el arte sin retorno, en lo que completamente está fuera de la norma. 
Ahora viene la ola, el maremoto artístico y las heridas: convertir lo urbano (real) –hecho con la esencia del extrarradio– en lo que escucha el locutor de radio poniéndolo en el escaparate comercial. Cambiarlo todo no cambiando nada. Que parece horrible como tal pero es digno de respirar, cambiar no, perdón, sustituir para mejor.
Así, querido por quien ve y odiado por los derrocados.
Entendido por pocos pero escuchado por muchos.
Así ha nacido el nuevo pop. Y estoy de acuerdo, estoy de acuerdo con que los gitanos canten flamenco para millones. Y estar de acuerdo aquí para mí es amar la revolución.

2018. Nada será igual, la tradición seguirá viva pero la vanguardia pronto creará a alguien más que reviente el agua estancada creando una nueva Tierra.

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